4 abr 2011

Prejuicios/6: los diálogos y los climas

En las crónicas anteriores prácticamente no hablé del clima, que fue bueno cada día de la Expedición, quizá con un sol demasiado sofocante algunos mediodías. En Hudson tuvimos lluvia pero ya estábamos refugiados. La verdadera llegó el domingo a la mañana y alteró un poco los planes que teníamos. Al mediodía, cuando nos dijeron que no se hacía la FLIA, dejó de gustarme el comentario jocoso que había repetido desde el principio de la Expedición diciendo lo bueno que estaría que lloviera el último día. Mientras Fabi preocupada nos conseguía pilotos, lamenté que no se fueran a producir los encuentros que había imaginado ayer.
La lluvia impuso un parate, y ese descanso generó buen clima entre nosotros. A propósito, algo que me ha llamado la atención toda la Expedición es que salimos con la bandera del “encuentro con el otro” y un discurso sobre la búsqueda de diálogos, y los encuentros más intensos y las conversaciones más profundas fueron con nosotros mismos -y no siempre fue fácil habilitarlas-. Vale aclarar que el grupo de expedicionarios no es un grupo que preexistiera al proyecto: nos conocimos pedaleando, discutiendo caminos y emparchando carros. La intensidad de la experiencia nos hizo familiares, pero no siempre hubo diálogos y algunos días no cruzamos muchas más palabras que “¡cuidado, micro!”, “la siguiente a la derecha”, “que el baño vaya atrás”, y cosas por el estilo.

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El sosiego del domingo a la mañana, entre otras cosas, habilitó esas conversaciones que faltaban. También aportó que Roger se apareciera con medialunas para el mate –las mejores que comimos en todo el viaje-, y la buena disposición que tenían Zina y Elena, las últimas en incorporarse al grupo, que se pusieron a limpiar como forma de devolverle algo al Galpón que nos hizo sentir en casa. En el desayuno charlamos entre todos sobre esta experiencia y lo que nos restaba encontrar. Roger contó que le gustaría volver a algunos puntos por los que pasamos, como Berazategui. Con Zina y Elena intentamos pensar las diferencias del hacer en La Plata y Buenos Aires, y me encontré explicando una peculiaridad de esta ciudad donde todo tiende a hacerse colectivamente. Al volver a aclarar que no era del Galpón de Tolosa, terminé hablando de redes platenses que provocan extrañeza al que no es de acá.
Con la agenda reajustada, también tuve tiempo de dibujar y escribir más cómoda; Leo, Azu y Miguel de dormir una siesta; y así cada uno. Acaso en ese mismo momento en La Grieta ya empezaban a preparar la calidez del lugar y el delicioso guiso de porotos negros con el que nos recibieron. La distancia entre un galpón y otro la recorrió varias veces Fabi, que nos consiguió capas para la lluvia a todos y luego acompañó a buscar comida, y aunque no lo supe entonces, también se hizo tiempo para cocinar el postre que le había reclamado con insistencia.

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El quinto y último día vivimos una vez más la sensación del tiempo alargado y acortado. Si primero la mañana se estiró con aquel descanso casero, después del mediodía, al salir un sol radiante, nuestra actividad se concentró en muy pocas horas. Aunque sabíamos de la suspensión de la FLIA salimos rumbo al Favero, donde igual había algunos puestos, según nos dijeron por teléfono. Cuando llegamos ya eran más; y cuando nos fuimos, la Feria comenzaba a llenarse. Contra mis prejuicios, nos recibieron y despidieron con aplausos. En el programa impreso habían dedicado media página a la Expedición, con un texto explicando mi ausencia en la FLIA. Estando ahí, un dibiajante que tenía un puestito retrató nuestro baño. También en la Bicicletería, donde tomamos café y mate mientras charlamos con una periodista de NAN, nos recibieron con la mejor. Yo iba y venía de la entrevista al bicibaño, instalado en plena esquina de 117 y 40. En el rato que estuvimos, mucha gente se acercó para graffitearlo, sacar fotos y hacernos preguntas. Con Matías del Galpón de Tolosa terminamos explicándole La Expedición a medio mundo. A propósito: antes de irnos del lugar donde pasamos la última noche hicimos un acto simbólico de entrega del baño móvil, que quedará en Tolosa y estará a disposición de distintas movidas platenses. Desde allí, Matías prestó su bicicleta y fue conduciendo el carro como un expedicionario más. En el Favero se sumó Pili de La Grieta y ya fuimos doce pedaleando. Se hacía de noche cuando llegamos al destino final, cada uno conduciendo una bici que no era la propia, símbolo de la confianza construida en pocos días que parecieron un montón.

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El resto de la jornada fue tal como la había imaginado, sumándole el recorrido especial preparado por Gustavo –un chico del taller de La Vaca de Muchos Colores- que marcó la geografía de la ciudad y además escribió y dibujó un cuaderno especialmente para nosotros, los expedicionarios. Dentro del casco urbano hicimos un circuito turístico clásico para sacar la foto frente a la catedral. En el camino tocamos frente al Teatro Argentino la bocina de Leo, que sonó cada vez más a medida que nos acercábamos al último destino. Pasamos por el centro cultural Islas Malvinas sin que pasara nada allí más que esperar a Gustavo para que guiara el tramo final.
Así como todo el viaje salimos dos veces de cada lugar –por reparar los carros-, esta vez llegamos dos veces, porque olvidamos pasar por un punto y, eufóricos por la llegada, volvimos. La Grieta nos dio, finalmente, la recibida esperada, con mesitas en el piso, buena música, un guiso que no paraba de estar bueno y un despliegue de amistades y puentes construidos con el tiempo. Estaban las chicas de Tormenta con muy buena onda, otra vez Mica con arroz con leche, un par de amigos de Leo, algunos compañeros de Tolosa y más. Una vez instalados se largó una lluvia intensa que apretó el abrazo colectivo. Nos acabamos el brandy de la encomienda que abrimos el primer día y hubo más regalos. Algunos charlaban sobre curadurías de las muestras que vienen, de las que no sé demasiado (Esa es otra expedición, que harán Roger, Leo y Fabiana; yo decidí bajarme en esta Estación). Otras repasamos anécdotas y miramos las fotos una y otra vez. Terminamos tirados en almohadones viendo los videos que saltaban en Youtube al poner “bicicleta”, proyectados sobre la pared de ese Galpón. Creo que cada uno de nosotros, en algún instante de la noche, debe haber tenido ganas de meterse en la bolsa de dormir y pensar en el siguiente recorrido por construir.
Pocas veces antes escribí sobre el clima en la Expedición, pero sin duda terminamos con el más cálido, y acaso esa fue nuestra mejor obra colectiva.

1 comentario:

  1. Qué plan descontracturante y dinámico! avisen para la próxima rueda de biciletas que conozco una violeta y desvencijada que gustosa se les sumará!

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