31 ene 2011

Mutaciones de un libro/apunte 1


Siempre me sentí atraído por los renacuajos y ranas. No tanto el renacuajo y la rana en sí, sino mas bien el estado mutante, la vida-zombie de la rana-renacuajo metamorfoseándose. El instante en el que comienzan a crecerle dos pequeñas patas entre la cola que se acorta. Los primeros saltos fuera del agua. Las primeras bocanadas de aire. Las branquias esforzándose en descomponer el hidrógeno y el oxígeno.

Recuerdo a principios de los ochentas internándome en los bañados de la rivera de Quilmes para ir en busca de renacuajos y trasladarlos al modesto ecosistema anfibio artificial que había construido minuciosamente en casa de mis padres para observar la transformación: horas y horas autistas compartidas con los mutantes.

Pienso ahora que este estado inestable de la rana-renacuajo es el momento amateur,el instante inexperto por naturaleza, en el que la aún-no-rana se vuelve extraña al medioambiente que la contiene; patas que no sirven para saltar en el agua, branquias que no funcionan para respirar en tierra firme.

Este lapso de inestabilidad y reprogramación que la rana-cuajo vive aparentemente sin mayores traumas es, sin embargo para nosotros los humanos una constante, si bien no siempre recordemos nuestro lado-monstruo. La extrañeza en primer lugar frente a la naturaleza (y frente a lo urbano, a medida que transformamos la ciudad en nuestro entorno natural): la herramienta cambia juntamente a la naturaleza y al hombre (…) La naturaleza se convierte en la propiedad del hombre, pero deja de serle inmanente. Es suya a condición de estarle cerrada (esto es Bataille). Y, por otro lado, nuestra condición de mutantes perpetuos en relación al medioambiente tecnológico que nos contiene y modela a partir de esas transformaciones y apropiaciones: habitamos el mundo a través de prótesis técnicas que nos reconfiguran, solo que muchas veces poseemos miembros aún en parte desconocidos o, por otro lado, insistimos en utilizar otros que en verdad han desaparecido y los sentimos moverse como un miembro fantasma (esto es McLuhan). Nuestra capacidad de adaptacióna estos medioambientes culturales y técnicos depende entonces de nuestra calidad anfibia, pero sobre todo, de nuestro aspecto-monstruo: capacidad de metamorfosis de lo mutante, reconfiguración a través del montaje y el remix.

Estoy interesado en la figura del inexperto. Si el especialista responde de la manera más operativa posible a la división del trabajo, con una clara estratificación de herramientas, materiales, usos y conocimientos, el inexperto por otro lado, hará un rodeo disfuncional, tomará seguramente las herramientas por el lado incorrecto, abusará de su mal-utilización, desordenando categorías, remixando el mundo. Intenso momento, hermosa paradoja el instante en el que el especialista se torna, con o sin el propio consentimiento, en inexperto. Basta recordar al científico Seth Brundle conviviendo con el insecto mutante en el que irreversiblemente se transformará, o escuchar el primer disco en el que PJ Harvey decide construir canciones usando un piano y no una guitarra.

El libro/

Tenemos un libro para tomar apuntes sobre aquello que tenga que ver con el viaje largo que nos proponemos realizar entre Buenos Aires y La Plata. En realidad es un cuaderno contable que estamos transformando en bitácora a medida que avanzamos en la expedición. Un cuaderno de viaje para apuntar pensamientos caminados. Nos gusta la idea de utilizar esa plataforma burocrática. Convertirla en una red atrapa-moscas donde vaya a parar todo lo que podamos relacionar a la expedición (categoría que se extiende en cada apunte). Y cada apunte es a la vez una mutación. Un libro mutante sobre el que podamos patinar, desplazarnos, saltar y rompernos los huesos.


Ayer estuve de visita en casa de mis padres. Revolviendo viejos cachivaches fui a dar con estos patines. Voy a llamar a Roger. Quiero desmontarlos e intentar el experimento. Estoy ansioso por construir nuestro libro rodante. Patinar sobre los textos de nuestra skat(e)ácora.



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